miércoles, 14 de marzo de 2012

Es fundamental vivir las procesiones, como público o como participante, con los pies cuidados.


Víctor Hidalgo reconoce que su consulta se llena los días previos a la Semana Santa.
Víctor Hidalgo reconoce que su consulta se llena los días previos a la Semana Santa. Gregorio Torres

Los días de Semana Santa son auténticos maratones que duran varias horas, desde la tarde a la madrugada. Sobre todo porque el camino más corto nunca suele ser la línea recta. Es tan sinuoso como la hojarasca de los mantos de las dolorosas. Es fundamental, por tanto, vivir las procesiones, como público o como participante, con los pies cuidados. De ellos depende que podamos disfrutar de la Semana Santa, porque en ellos se asienta la marcha y la parada, soportan nuestras ganas de aguantar hasta que se encierre la última y nunca dejan de trabajar.

Los podólogos hace tiempo que dejaron de ser sólo callistas. Cada vez tienen más competencias en el ámbito sanitario y su labor es más reconocida. Según Víctor Hidalgo, de la clínica del pie La Malagueta, en la calle Maestranza, estas semanas previas a la Semana Santa las consultas se llenan. Las intervenciones principales son las lesiones de la uña y la quiropodia (eliminación de las conocidas alteraciones dérmicas como las callosidades o durezas). «Esto puede llegar a doler muchísimo, sobre todo si se deja, porque llega un momento en que el callito empieza a crecer para dentro por la presión del suelo. Es una lesión dérmica que se traduce en intensas punzadas en la planta del pie», explica Hidalgo.

Antes de la procesión, es recomendable, por tanto, hacer una visita al podólogo. En la clínica del pie La Malagueta recomiendan además utilizar un calcetín cien por cien algodón, para que el pie traspire lo menos posible. Y el calzado, que sea cómodo, que no quiere decir deportivo, algo terminantemente prohibido para nazarenos y hombres de trono. «El zapato es mejor que tenga la suela blanda y esponjosa, con cámara de aire que amortigüe el impacto y la presión con el suelo. Ya hay muchos zapatos de vestir que cumplen estos requisitos», señala Víctor Hidalgo.
¿Y qué pasa con quien hace promesa de ir descalzo en la procesión? «Es una opción personal y realmente hay que reconocer que se trata de un sacrificio muy grande», admite este podólogo.

De tanto andar, lo más normal del mundo es que puedan salir algunas ampollas en los pies. ¿Qué se puede hacer en esos casos? «Utilizar una aguja estéril y punzar la ampolla para que salga todo el líquido, tapando la herida automáticamente con un apósito», explica. Todo lo contrario de lo que decían las madres. «La ampolla es un mecanismo natural que utiliza la piel para refrescarse y para aliviar esa zona que ha sido abrasada. Es muy recomendable usar también polvos de talco o vaselina neutra antes de calzarse», recomienda.

Asimismo, cuando lleguemos a casa después de la salida o de una larga jornada de procesiones, es muy bueno meter los pies en un recipiente de agua fría. Otro mito que se derrumba. Nada de agua caliente y sal; del grifo con tres o cuatro cubitos de hielo, y mantenerlos sumergidos durante quince minutos, «así se mejora el retroceso sanguíneo y reducimos la inflamación y el dolor». Ignacio Castillo.